La Corte Suprema de Justicia confirmó la condenó a Cristina Fernández de Kirchner en la causa Vialidad y la inhabilitó de manera perpetua para ejercer cargos públicos. El fallo, considerado por amplios sectores como una maniobra de proscripción política, profundiza la crisis institucional y deja fuera de competencia a la principal figura del movimiento popular argentino.

Este 10 de junio de 2025 pasará a la historia como una nueva fecha de infamia. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, la misma Corte que jugaba al padel con Mauricio Macri, confirmó la condena contra Cristina Fernández de Kirchner: seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. El hecho no solo afecta a una persona: golpea directo a la democracia argentina y deja sin voz a millones de compatriotas.
No fue justicia, fue venganza
Desde el fallo original del Tribunal Oral Federal en 2022, pasando por la Cámara de Casación, hasta llegar a esta sentencia definitiva de la Corte, la causa Vialidad estuvo plagada de irregularidades, testigos dudosos y falta de pruebas directas. Lo que se castigó no fue la corrupción: fue el proyecto político que desafía al poder económico, mediático y judicial.
Como bien dijo Cristina: “Me condenan porque me atreví a gobernar para las mayorías.”
Una líder proscripta
Cristina tiene 72 años. Aunque se especula con arresto domiciliario, el verdadero objetivo de esta operación no es meterla presa. Es sacarla del juego. Impedirle que sea candidata, callar su voz, clausurar la posibilidad de un proyecto popular con chances reales de volver a gobernar.
Ya no podrá presentarse a elecciones. Pero su figura sigue movilizando a millones. Y esa es su mayor fuerza.

En respuesta al fallo, sindicatos, organizaciones sociales y miles de ciudadanos comienzan a organizar marchas en todo el país. Desde Buenos Aires hasta las provincias del interior, la consigna es clara: con proscripciones no hay democracia.
Porque lo que se disputa acá no es solo el destino de Cristina. Es el futuro del peronismo. Es el derecho del pueblo a elegir. Es la resistencia ante un modelo de país que excluye, ajusta y calla.

El peronismo está ante una encrucijada: reconstruirse detrás de un nuevo liderazgo o reafirmar su unidad detrás de la figura proscripta. Lo que es seguro, es que Cristina no está sola. Y que este pueblo ya vivió proscripciones… y las supo derrotar.
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