Más de 160 policías desalojaron durante la madrugada a militantes que realizaban una vigilia pacífica frente al departamento de Cristina Kirchner, en un operativo que remite a prácticas represivas históricas.

Como en los años más oscuros, la Policía desalojó de madrugada a militantes que apoyaban a Cristina Kirchner en Constitución.
En un operativo realizado entre las 2:00 y las 2:30 h de la madrugada del viernes, más de 160 efectivos de la Policía de la Ciudad y personal de Espacio Público desalojaron a militantes kirchneristas que acampaban pacíficamente frente al edificio donde reside la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, ubicado en el barrio porteño de Constitución.
Un operativo nocturno que remite a otras épocas
Los manifestantes realizaban pacíficamente una vigilia en apoyo a Cristina Kirchner, cuyo domicilio fue apto como residencia para el cumplimiento de una eventual prisión domiciliaria en el marco de la condena en la causa armada y sin pruebas claras conocida como “Vialidad”. La defensa, encabezada por Carlos Beraldi, había señalado ese lugar por motivos de seguridad, recordando que allí Cristina sufrió un intento de magnicidio en 2022.

La acción policial se llevó a cabo sin incidentes violentos ni detenciones, pero con una clara intención de desactivar la expresión pública de apoyo a la exmandataria. Según fuentes oficiales, se incautaron ocho gazebos, cinco parrillas, mesas, sillas, sombrillas, pasacalles, banderas y otros elementos utilizados para sostener la vigilia.Desde las fuerzas policiales se aclaró que “no se reprimió a nadie”, y que la intervención “duró media hora”. Sin embargo, no hubo diálogo ni notificación previa con los manifestantes.
Coincidencias con prácticas de la dictadura
Aunque no hubo violencia física, el operativo se realizó en plena madrugada, sin previo aviso, en una zona políticamente sensible, y con un despliegue desproporcionado. La metodología remite a tácticas aplicadas por la última dictadura cívico-militar (1976–1983): actuar de noche, borrar rastros de militancia, y sembrar miedo.
No se trata de una comparación ligera, sino de una lectura crítica de los patrones represivos que, con nuevos ropajes legales y democráticos, siguen criminalizando la organización popular.
En los años de plomo, “la noche” fue sinónimo de desaparición. Hoy, aunque sin detenciones ni secuestros, se vuelve a utilizar para silenciar voces opositoras y enviar un mensaje: manifestar apoyo a Cristina Kirchner, o a cualquier dirigente del campo popular, tiene consecuencias.

Como afirma Guillermo Franco en su manual sobre redacción digital, ofrecer contexto y claridad permite al lector entender que la historia no siempre se repite igual, pero rima. El uso de herramientas legales y policiales para censurar el activismo es parte de ese eco.
Desalojar de madrugada, sin diálogo ni violencia visible, pero con fuerza simbólica, es una forma de disciplinamiento político. Ayer se llevaban militantes en autos sin patente; hoy se llevan sus gazebos y banderas. La represión no desapareció: mutó.
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