Estados Unidos avanza en la instalación de una base para submarinos nucleares en Ushuaia, con el aval del gobierno de Javier Milei. El proyecto representa una grave amenaza a la soberanía nacional, consolida la injerencia extranjera en territorio argentino y profundiza la entrega geopolítica del Atlántico Sur y la proyección antártica.

La noticia que sacude al sur del país no es menor: Estados Unidos avanza en la instalación de una base de apoyo logístico para sus submarinos nucleares en Ushuaia, en el extremo austral de la Argentina. Lo hace en el marco de un plan de cooperación militar sellado por el gobierno de Javier Milei, que incluye la construcción de una “Base Naval Integrada”. Pero detrás del lenguaje diplomático y técnico, lo que está en marcha es una de las mayores cesiones de soberanía de la historia reciente argentina.
¿Qué implica esta base?
El proyecto, que no ha sido debatido en el Congreso Nacional ni cuenta con aprobación legislativa como exige la ley para bases extranjeras, plantea la creación de un polo logístico con acceso operativo para submarinos nucleares norteamericanos. Según fuentes de Agenda Malvinas, los planos del complejo ya están terminados y se proyecta su inicio cuando Estados Unidos disponga de los fondos para financiarlo.

Esos fondos, por supuesto, no son desinteresados: se enmarcan dentro de la estrategia de endeudamiento, condicionamiento económico y dominación militar que Washington ejerce sobre países con gobiernos dóciles a su geopolítica, como el actual de Milei.
Un enclave militar en territorio estratégico
No se trata de cualquier región. Ushuaia es el punto de proyección hacia la Antártida, una zona de altísimo valor estratégico por sus recursos naturales (agua dulce, hidrocarburos, pesca, tierras raras) y su valor geopolítico. Allí se decide el futuro de la soberanía argentina sobre el continente blanco y también el conflicto abierto con el Reino Unido por las Islas Malvinas.
Permitir que EE.UU. —principal aliado de Gran Bretaña en la OTAN y en la ocupación colonial de las islas— instale una base militar en esa zona equivale a legitimar su presencia en el Atlántico Sur, muy cerca de la Base Militar de Monte Agradable, en Isla Soledad. No es casualidad: en 2021, submarinos nucleares norteamericanos realizaron maniobras conjuntas con las fuerzas británicas en el Atlántico Sur. Hoy, esos mismos submarinos podrían tener un puerto de abastecimiento en suelo argentino.
Colonialismo del siglo XXI
La instalación de bases militares extranjeras en países periféricos no es nueva. Estados Unidos ha montado una red de más de 800 bases en todo el mundo, consolidando así su control sobre regiones enteras, condicionando gobiernos y apropiándose de recursos. En América Latina, la historia de estas bases se vincula directamente con golpes de Estado, represión, control económico y pérdida de soberanía.

Argentina no está al margen de esta lógica. El ingreso del Comando Sur, hoy dirigido por el almirante Alvin Holsey, implica más que cooperación técnica: es una avanzada directa sobre nuestras decisiones soberanas.
Los motivos de Estados Unidos
Las declaraciones de la exjefa del Comando Sur, General Laura Richardson, son clarísimas: “Nos interesan los recursos naturales de la región, el agua, el petróleo, los minerales estratégicos… y evitar que potencias rivales como China o Rusia avancen en el sur”. Es decir, no se trata de “ayuda” ni de defensa común, sino de dominación, extractivismo y geopolítica imperial.
El avance sobre Ushuaia es también un mensaje para el resto del mundo: Estados Unidos quiere blindar el acceso a la Antártida y controlar el Atlántico Sur. Y lo hace con la complicidad del gobierno argentino, que, a cambio de apoyo económico y respaldo internacional, está dispuesto a hipotecar el futuro del país.
Una deuda que compra obediencia
La falta de fondos públicos para avanzar con el proyecto se suple con “ayuda” norteamericana. Pero esa ayuda, en realidad, es un préstamo atado a condicionamientos, que no solo genera más deuda externa sino que vincula el desarrollo de infraestructura militar a intereses foráneos. Es decir, Argentina paga para perder el control de su propio territorio.

¿Dónde está el Congreso? ¿Dónde están las Fuerzas Armadas?
El artículo 75 de la Constitución Nacional exige la aprobación del Congreso para el ingreso de tropas extranjeras. Sin embargo, el proyecto avanza sin debate parlamentario, sin información pública y sin consulta ciudadana. Las Fuerzas Armadas, que históricamente han planteado la necesidad de una base naval en Ushuaia para fines soberanos, hoy ven cómo ese anhelo es apropiado por una potencia extranjera.
Conclusión: No es un acuerdo, es una entrega
Lo que está en juego no es una obra de infraestructura ni una cooperación técnica. Es algo mucho más profundo: el intento de convertir a Tierra del Fuego en una pieza del ajedrez militar de EE.UU., al servicio de sus intereses imperiales, en detrimento de la soberanía argentina.
Permitir esto es legitimar una nueva forma de colonización: más moderna, más diplomática, pero igual de destructiva. Si el pueblo argentino no reacciona, el precio a pagar será la pérdida definitiva de su control sobre el sur, sobre el mar, y sobre su futuro.
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