China llega a la Argentina con una agenda cargada: renegociar el swap de monedas, asegurar sus inversiones en represas y litio, y frenar la presión de EE.UU. que quiere cortar esos lazos.

China llega a la Argentina con una agenda cargada: renegociar el swap de monedas, asegurar sus inversiones en represas y litio, y frenar la presión de EE.UU. que quiere cortar esos lazos.
En un escenario internacional cada vez más tenso, la llegada de una delegación oficial del gobierno chino a Buenos Aires ha encendido todas las alarmas. Mientras Javier Milei continúa reforzando su alianza ideológica con Estados Unidos e Israel, la realidad económica lo obliga a negociar, contra todo su discurso electoral, con la potencia que juró no “volver a mirar”: China.
Un giro pragmático que huele a contradicción
Durante la campaña electoral, Milei fue tajante: “No haré negocios con comunistas”, dijo, en clara alusión a China. Pero al llegar al poder, la narrativa cambió. Hoy reconoce que China es un “socio comercial interesante”, justamente porque no exige condiciones políticas. El pragmatismo económico se impone sobre la retórica ideológica.
Dependencia brutal: el swap chino y los números que no cierran
China no solo es el segundo socio comercial de la Argentina, sino un actor vital para evitar el colapso financiero del país. En marzo de 2025, las exportaciones hacia China alcanzaron los 276 millones de dólares, mientras que las importaciones sumaron 1.331 millones, con un aumento interanual del 86%.
Pero lo más crítico es el swap de monedas por 18.000 millones de dólares con el Banco Popular de China. Con un vencimiento de 4.900 millones este año, Argentina necesita desesperadamente renegociar los términos. Sin ese dinero, el Banco Central quedaría sin herramientas para contener la sangría de reservas.

El mensaje de Estados Unidos y el enojo de Pekín
La presencia china también responde a una ofensiva diplomática de Estados Unidos. El secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, criticó duramente los acuerdos con China y recomendó “cancelar el swap” cuando se pueda. Pekín, lejos de quedarse callado, respondió con firmeza, acusando a Washington de intentar “sembrar discordia” en su relación con América Latina.
Este cruce evidencia que Argentina está en el centro de una nueva disputa global. Y Milei, que intenta jugar con ambos bandos, corre el riesgo de quedar atrapado.
Los verdaderos intereses chinos
La delegación asiática no viene solo a hablar de deuda. Entre los temas clave están:
Reactivación de proyectos frenados como las represas en Santa Cruz.
Asegurar el suministro de commodities como soja, carne y especialmente litio.
Evitar trabas administrativas y conflictos diplomáticos que puedan dañar su imagen en la región.
A cambio, se espera que el gobierno argentino muestre buena voluntad política, cediendo en temas estratégicos.
Soberanía en jaque: pesca ilegal y posibles operaciones encubiertas
A todo esto se suma una supuesta cuestión de seguridad nacional. China ha sido acusada reiteradamente de pesca ilegal en aguas argentinas e incluso de utilizar sus flotas para tareas de espionaje. Milei, que prometió “recuperar la soberanía marítima”, aún no ha demostrado acciones concretas.
Milei se encuentra atrapado entre su discurso libertario pro-Occidente y la dura realidad de una economía al borde del colapso. China ofrece dinero sin preguntas, pero con exigencias implícitas. Estados Unidos ofrece apoyo político, pero exige romper esos lazos.En medio de esta tensión, el pueblo argentino es el gran rehén de una política exterior improvisada, donde la ideología se arrodilla ante la deuda, y la soberanía se negocia al mejor postor.
En medio de esta tensión, el pueblo argentino es el gran rehén de una política exterior improvisada, donde la ideología se arrodilla ante la deuda, y la soberanía se negocia al mejor postor.
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